Flora (mediados del siglo XVI). Grabado anónimo incluido en el Speculum Romanae Magnificentiae, publicado por Antonio Lafreri y Antonio de Salamanca.
Ovidio (43 a.C-17 d.C) narra en sus Fastos la historia de Flora, diosa de la Primavera. En sus versos la propia Flora nos cuenta su dura historia.
Ella era una ninfa de los campos llamada Cloris reconocida por su gran belleza. Un día el viento Céfiro y su hermano Bóreas persiguieron a la pobre ninfa, la cual aunque huyó fue alcanzada por los vientos. Entonces Bóreas “le dió a su hermano todo el derecho de la rapiña”. Tras la violación de Cloris, Céfiro se casó con ella y la convirtió en Flora, la diosa de la Primavera, teniendo bajo su poder el dominio de las flores. Ese fue el duro destino de una ninfa que al hablar “respira de la boca rosas de la primavera”. Una particular historia con la que se mitificaba el fenómeno de la polinización.
Precisamente en este grabado de mediados del siglo XVI se representa a Flora. Estamos ante la deidad grecorromana que encarna la fertilidad específica del mundo vegetal y en cuyo culto se reconocía el poder anual de renacimiento de la Primavera. A ello aluden las flores de su vientre fecundo y las que lleva en sus manos. Pero también su pecho desnudo, una vez más símbolo de la fuerza creadora de Natura, de abundancia, de prosperidad, de vida.
El pecho femenino ha sido protagonista en múltiples obras a lo largo de la historia del arte. Poco a poco Laura María Palacios Méndez, nuestra colaboradora doctora en historia del arte, nos irá descubriendo sus muchos significados a lo largo de la historia.
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