EL PECHO EN LA HISTORIA DEL ARTE: Ariadna dormida en Naxos (150-175)

Ariadna dormida en Naxos (150-175), taller romano restaurado en el s. XVII en el taller de Gian Lorenzo Bernini. Museo Nacional del Prado, Madrid. 

“Desde la playa de Día de altísonas olas Ariadna
sobre la nave veloz mira cómo Teseo se marcha;
a ella un delirio indomable le embarga del todo su alma,
aún no se cree que es verdad lo que ve, pues apenas acaba
de despertarse de un sueño falaz, y ahora allí, abandonada,
ella se encuentra infeliz en la arena del mar, solitaria."


Catulo (87 a.C.-54 a.C.), 
Poesía, Carmen 64, 52-57.

Desde hace años me gusta, cuando voy al Prado sola, ir a ver una obra exclusivamente. ¿Un viernes a las seis de la tarde donde puedes ir del Prado y estar medianamente tranquila?: A la colección de arte antiguo. 

Allí estaba, protagonista indiscutible de la sala. Ariadna. Proveniente de la colección de Cristina de Suecia (1626-1689), llegó a España en el 1724.

Ariadna, del greco-cretense “la más pura”, era una princesa cretense, hija de Minos y Pasifae, y hermanastra del Minotauro. Enamorada del héroe ateniense Teseo, traiciona a su familia y le salva de la muerte segura de quedarse encerrado en el laberinto de Knossos -tras dar muerte al Minotauro- a través de un hilo que desenrollando al entrar le habría de mostrar su camino de vuelta. 

Ariadna es símbolo de amor y de inteligencia en este mito griego. Tras conocer la noticia, su padre Minos montó en cólera y Teseo se vio obligado a huir de regreso a su tierra llevándose a la joven princesa a la que debía su gran proeza. Muchas son las versiones de lo que ocurrió después. Una de las más difundidas cuenta cómo, tras haber disfrutado de sus amores, Teseo dejó abandonada a Ariadna en la isla de Naxos. Precisamente esta escultura mostraría a la heroína transida por el dolor, no sólo del amor no correspondido, sino el de haber creído las palabras vanas y llenas de engaño del ateniense por el que había dejado todo.




La joven tumbada muestra en su gestualidad y su chitón descolocado dejando ver su pecho desnudo la entrega a la lasitud y despreocupación por todo lo demás que le produce el dolor de amor. Ya todo da igual, sólo existe en ella la pena. 

La figura se contorsiona sobre sí misma para enfatizar esta introspección, el cuerpo materializa así ese sufrimiento profundo del alma y el abandono de la propia persona que éste produce. Así la joven busca el consuelo y la evasión en el sueño, que en el Helenismo se solía expresar con esa disposición de los brazos.

En este caso su pecho desnudo es principalmente un símbolo de desidia y abandono. Sin embargo, también se puede apreciar en este discurso de amor cómo en la disposición de la figura, en su juego de curvas, en su parcial desnudo descuidado, hay un interés por destacar el atractivo femenino. De este modo se incidiría al mismo tiempo en la belleza de la joven que movió el deseo de Teseo y que promovería el amor de alguien muy especial. Sobre ello trataremos en un segundo post sobre la historia de esta heroína, por el momento seguimos escuchando el lamento de Ariadna:


“Entonces no sé ¡ay triste! si durmiendo,
o si medio despierta, por tocarte
moví la mano y retirela huyendo.

A mí la retiré por no hallarte,
y vuélvola a extender por todo el lecho
por tocar de tu cuerpo alguna parte.

Fue mi cuidado y busca sin provecho,
que no había nadie, y concibiendo espanto,
fue con el sueño mi placer deshecho.” 


Ovidio (43 a.C.-17 d.C.), 
Las Heroidas, fragmento de la carta de Ariadna a Teseo.



El pecho femenino ha sido protagonista en múltiples obras a lo largo de la historia del arte. Poco a poco Laura María Palacios Méndez, nuestra colaboradora doctora en historia del arte, nos irá descubriendo sus muchos significados a lo largo de la historia. 


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