Este fin de semana me he deleitado con la lectura del cómic La guerra de Catherine. La historia de Catherine vio la luz por primera vez el año 2012 en formato novela juvenil. La novela, escrita por la profesora de arte Julia Billet, fue seleccionada por el Ministerio de Educación francés, como lectura obligatoria para los estudiantes de secundaria, convirtiéndose muy pronto en un superventas dentro y fuera de Francia.
La guerra de Catherine en
versión novela gráfica se publica en 2017 y ganó el Premio al Mejor Cómic Juvenil
del Festival
de Angoulême. La historia que contiene en sus páginas describen las experiencias
de una adolescente judía en la Segunda Guerra Mundial marcada por el Holocausto
o la persecución a los judíos. Sus padres, conscientes del peligro que corre, la
dejan en un internado cercano a Francia que acoge a niños semitas, pero no será
el único lugar donde busque refugio.
Imgen recogida de aquí |
Se trata de una historia que mezcla
realidad y ficción a partes iguales. Por ejemplo, la madre de la autora fue una
entusiasta de la fotografía que de pequeña estuvo internada en la Maison
d’Enfants de Sèvres, la misma donde se refugió Catherine,la protagonista del
cómic. La escuela se ubicaba en una gran propiedad rodeada de bosques que fue
el hogar de niños que no tenían aseguradas sus necesidades mínimas por motivos
de orfandad, abandono o pobreza extrema.
Tras la ocupación nazi y por expreso
deseo de su directora, el socorro se extendió a la acogida clandestina de niños
judíos. Su propósito era evitar su deportación y logró salvar a muchos de
ellos. El resto de personajes y sus historias son ficticias, pero muy similares
a testimonios reales de aquel tiempo.
La novela gráfica hace un recorrido
fotográfico por el periplo de Catherine, que captura con su cámara. Es a través
del arte de la fotografía el mejor camino para intentar entender todo lo que
ocurre a su alrededor sin juzgar, solamente con el objetivo de la cámara como
filtro.
Imagen perteneciente a las páginas 144-145 |
La Casa de los Niños de Sèvres. Educación alternativa.
Musaraña y su marido Pingüino (Roger
Hagnauer) son dos personajes fundamentales en la obra y dos figuras claves en
la educación y labor humanitaria. Maestros laicos y defensores de los derechos
humanos que formaron un buen equipo en La Casa de los Niños de Sèvres. Además
de no hacer diferencias entre los niños y no imponerles llevar la estrella
amarilla, distintivo de los judíos que, según mandato nazi, debían llevar cosida
a la ropa, pusieron en marcha una pedagogía innovadora inspirada en l’ÉcoleNouvelle. En las imágenes del libro se puede observar la distribución de las
mesas en forma de u y las oportunidades de los alumnos de expresar su opinión
de forma abierta. Además, se les permite descubrir y explotar sus habilidades
al organizar clases de música, baile, escritura, canto, etc.
Catherine es consciente de las
bondades de la educación que recibe: “Los
alumnos eligen cómo emplear su tiempo. Los profesores nos animan a buscar en
los libros y a aprender por nosotros mismos”. Según ella, en esta escuela
cada alumno es responsable de su propio proceso de enseñanza-aprendizaje y los
libros sirven para indagar según el grado de curiosidad. Los profesores, por su
parte son los guías que alientan su pensamiento crítico y autonomía.
A lo largo de su huida por toda
Francia, Catherine, experimentará otros métodos pedagógicos que no comprueba que
no son tan eficaces como el que recibe en la Maison de Sèvres, su educación la transformar
hasta el punto que es capaz de poner en práctica lo aprendido como profesora.
Viñeta de la página 32 del cómic |
El viaje del héroe
La primera medida de seguridad que
Musaraña recomienda en su nuevo hogar a todos los niños de
origen judío es cambiarse de nombre y no utilizar jamás el anterior. Es una
alternativa a la estrella de David que, por el contrario, no los señala ni
delata. De este modo, Rachel pasa a ser Catherine. Bajo una nueva identidad el
temor de los niños es que sus padres lo tendrán muy difícil para encontrarlos.
Como el cambio de nombre no es
suficiente, el próximo paso es dejar el hogar que les da cobijo y comida. Es a
partir de ese momento cuando Catherine se hace una promesa a ella misma: “Regresaré para contar mi guerra en
imágenes” y empieza el periplo de una heroína que cámara en mano retrata y
deja su huella allá por donde su viaje la deja reposar.
Catherine deja el internado y es
acogida por diferentes personas. El monasterio de Saint-Eustache cuyos rígidos
métodos pedagógicos contrastan fuertemente con los de Goéland y el resto de
profesores. La granja cercana a Limoges donde conocerá la bondad de una modesta
y cariñosa familia donde la pequeña Alice descubre la dicotomía entre amar y
comer los animales y la sólida formación de Catherine se hace evidente en la
escuela rural. El orfanato al pie de los Pirineos donde Catherine imparte
clases inspirada en los métodos de la Casa de Sèvres y convierte la biblioteca
en su refugio. La convivencia con una joven de la Resistencia que enfoca sus
habilidades hacia la cocina y el bricolaje. Hasta el fin de la guerra y la
liberación de París de manos de los alemanes que todos los franceses celebran
con júbilo.
El libro termina con la victoria de
los aliados y la caída del régimen nazi. Una Catherine ya bastante crecida trata
de reencontrarse con su pasado.
Imagen de la página 313 del cómic |
El holocausto es todavía hoy un tema
recurrente en la literatura. No sabe de tendencias ni se limita a unos pocos
géneros, también es apto para cualquier edad y condición. Con La guerra de Catherine nos
encontramos con una joven que se ve obligada a huir a toda prisa de forma
constante. Muchas veces lo único que consigue llevarse con ella es la cámara de
hacer fotos que constituye su forma de mirar, de expresarse y también de
recordar su pasado.
Fuentes:
Este post es una adaptación del artículo publicado sobre la novela gráfica "La Guerra de Catherine" en la Revista Babar, especializada en literatura infantil y juvenil.
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