En nuestros prejuicios está que entre los "hombres de fe" hemos tenido a los mayores enemigos de la mujer. Está extendida la idea de que los clérigos, que tenían que lidiar con sus votos de castidad, veían en la mujer el principio de todos los pecados del hombre y utilizaban su poder (religioso y jurídico en uno) para declarar a todo el sexo femenino inmoral y malvado. Es cierto que han sido muchos los que han defendido la injusticia y la desigualdad en nombre de Dios. Pero como generalizar siempre hace que nos salte a los ojos una excepción que nos deja mal, hoy os traigo la excepción:
El obispo cristiano Gregorio de Nazancio - santo y doctor de la Iglesia - denunció en el s. IV, que las leyes contra el adulterio discriminan a las mujeres injustamente, porque son leyes hechas por los varones a su conveniencia, y declaró esta doble moral incompatible con el designio de Dios.
Respecto a la castidad, veo que los varones no están bien dispuestos a ella y que sus leyes son irregulares e injustas. ¿Qué razón hay para que estas leyes condenen en la mujer lo que toleran en el varón? La esposa que peca contra su marido es tachada de adúltera, y las penas que la ley le aplica son muy severas; mas si es el marido quien peca contra la mujer, no pasa nada. Yo no acepto esta ley. No apruebo eta costumbre. Esta ley está hecha por los varones y la han endurecido en lo que se refiere a las mujeres, ya que han dado la custodia de los hijos a los padres y han dejado a las madres sin nada. Dios no lo ha hecho así; Dios dijo: honrad al padre y a la madre.
Gregorio de Nacianzo. Orationes XXXVII
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