Sor Estefanía de la Encarnación, nació en Madrid con el nombre de Estefanía Gaurre de la Canal en 1597, fue religiosa, mística, poeta y pintora.
Hija de una familia acomodada, aprendió a escribir gracias a las enseñanzas de su propia madre y comenzó a pintar en el taller de su tío, el retratista Alfonso Páez, en cuya casa vivió durante unos años de su infancia. Aunque en sus memorias afirma no haber recibido ninguna clase de pintura por parte de su tío, se sabe que usaba su taller para pintar antes de tomar los hábitos.
Al entrar en las Clarisas en el Monasterio de la Asunción de Nuestro Señor en Lerma, en 1615, ya era conocida por sus trabajos pictóricos, tanto que el Duque de Lerma (protegido del rey Felipe III) le excusó la dote de entrada en el convento a cambio de su labor como pintora.
Anónimo, frontispicio de Estefanía de la Encarnación, 1627–1628, Biblioteca Nacional de España |
Su actividad artística es esencial para entender la espiritualidad de Sor Estefanía, pues su destreza artística se interpretó en su entorno como un don otorgado por Dios y es ello lo que la acerca al camino religioso. Es curioso que justo ese don artístico que la acerca a Dios, acaba generando en ella sentimientos encontrados, puesto que se siente obligada a pintar encargos que aportaban dinero a la economía familiar, siendo su propio padre el que opuso más resistencia a su entrada en el convento. Solo el poder del Duque de Lerma pudo doblegar la voluntad de su padre y hacer que Sor Estefanía siguiera su camino de devoción.
Una vez en el convento también llegó a sentir que el pincel se interponía en el camino de oración contemplativa que había elegido. Así lo dejó recogido en su autobiografía Vida - escrita de su puño y letra a petición de su confesor, algo muy común entre las monjas intelectuales, ya que esta escritura biográfica obligada daba la posibilidad de controlar su actividad y poensamiento -: "no había venido a la religión para pintar, sino a amar a quien me determiné buscar" Hay muchos capítulos de su Vida, dedicados a hablar de los problemas que le acarreaba poseer el don de saber pintar en el espacio monacal, de lo cual podemos concluir que llegó a generar auténtico rechazo por la actividad pictórica.
Tanto fue así que poco a poco fue aparcando el pincel a cambio de dar rienda suelta a su pluma. La poesía mística erótica de la tradición del amor divino del Cantar de los cantares:
"[E]stando una noche a un balcón de la enfermería a gozar el fresco […] vi imaginariamente al galán Cristo hermoso y galán que andaba paseando debajo del balcón como quien hace ostentación del amor en las demostraciones de finezas. […] Y entendí que me respondía, “que rondarme como galán”. A lo que repetí, “Pues si yo, indigna, soy la dama paseada, tomad, Señor, esta cinta de mi voluntad, que es propio favor de las que acostumbran el serlo. Vuestra es la voluntad mía […]”. A esto entendí, “Prenda mía, es de galanes servir con favores de flores. Toma el clavel de mi amor, que deposites en tu pecho para que esté en él de asiento”. Con esto desapareció la visión."
Imagen recogida de aquí |
Además de Vida, escribe El tabernáculo mística, Las siete hojas, Prados de Jerusalén. Como muchas otras religiosas místicas bebió de la gran fuente de inspiración y sabiduría que fue Santa Teresa de Jesús, tomándola como referente para su escritura y su espiritualidad desbordada.
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Fuentes para este artículo:
- El pincel y la pluma, vida de Sor Estefanía de la Encarnación.
- La vida de Sor Estefanía de la Encarnación, monja profesa en el Monasterio de religiosas Franciscas de Nuestra Madre Santa Clara, en esta villa de Lerma
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