Inauguramos hoy esta sección en que pondremos el foco en la cultura rural y en el papel central que dentro de ella han desempeñado las mujeres tanto históricamente como en la actualidad.
Por aquí podréis encontraros, por ejemplo, con posts que tratarán de dar a conocer y difundir las historias de las mujeres de nuestros pueblos, así como los proyectos feministas llevados a cabo por colectivos dentro de la provincia de Cuenca y otros puntos de la región.
Con ellos pretendemos visibilizar desde una perspectiva no victimista la
realidad de las mujeres rurales de nuestro territorio, dar un espacio a sus voces y servir de
altavoz (que no de portavoz) a sus historias y reivindicaciones, así
como reconocer el trabajo en favor de la igualdad que están
desarrollando.
También habrá reseñas y comentarios sobre cualquier tipo de obra o expresión artística (libros, películas, músicas, obras de arte...) que reflexione sobre el mundo rural desde una perspectiva de género o que haya sido creada por mujeres.
A lo largo de los últimos siglos, tanto la cultura occidental como el feminismo hegemónico han convertido el mundo urbano en el protagonista de la mayoría de las obras académicas y artísticas que son promocionadas desde los medios y las instituciones culturales, y han arrinconado y menospreciado el medio rural como tema de interés y como foco de producción cultural. Sin embargo, en los últimos años, podemos rastrear un resurgimiento de voces que reclaman la atención y el reconocimiento de las culturas rurales y que así mismo señalan la aportación fundamental de las mujeres en su conservación y desarrollo.
Este será un espacio para esas voces.
¿Por qué La enramá?
La enramá es una tradición campesina que entronca con las celebraciones primaverales y los ritos ancestrales de fecundidad en Europa. Como muchas de vosotras ya sabéis, se trata de un adorno hecho con ramas de árboles sueltas o entrelazadas y engalanadas con caramelos, pañuelos, rosquillas, frutas y flores, entre otros elementos. Los mozos del pueblo se encargaban de ponerlas en la puerta o las ventanas de las muchachas solteras como forma de declarar su amor y su cariño, ya fueran sus novias, pretendidas, hermanas, primas o amigas (el mayor o menor adorno y mimo dejaba entrever la calidad o el grado de ese amor), pero también en la puerta de la iglesia.
En mi pueblo, todavía en los años 90 cuando yo era adolescente, en la madrugada del sábado santo al domingo de resurrección (Pascua Florida) los quintos se juntaban para poner enramás a las chicas mientras que todo el mundo dormía y, a la mañana, el pueblo amanecía bajo el bello aire de misterio de una colonización vegetal. Dice mi abuela que, en sus tiempos, se adornaba toda la calle de la ermita con ramas a ambos lados y que a ella nunca le pusieron ninguna (cree que porque temían a su padre, el que -añade, como si quisiera contextualizar, o como si esos dos recuerdos anidaran juntos en su memoria- tampoco la dejó nunca disfrazarse de máscara porque decía que a las máscaras todo el mundo las tocaba).
Pese a las reminiscencias heteropatriarcales de esta tradición, soy capaz de ver toda la belleza del objeto en sí y de su razón principal. ¿Acaso no es hermosa esta forma humilde y natural de demostrar afecto, que tiene la belleza de lo que no cuesta dinero y se hace con las cosas más sencillas que unx tiene a mano? ¿No es hermoso levantarse una mañana y ver tu puerta engalanada y saber que hay personas que piensan en ti y se toman el tiempo y el trabajo de confeccionar la enramá y de recolectar todos sus elementos?
Hay tradiciones que se acaban rechazando porque representan, en un punto, unos valores de los que no queremos participar. Pero creo que también podemos rescatarlas para resignificarlas y darles otro sentido si nos parece que hay algo que merece la pena conservar. Ahora que está más que normalizado que las chicas salgan por las noches, ¿no podrían ellas también poner enramás a sus novixs, a sus amigxs, a quien sea que quieran decir "me importas"? (Si ya lo estáis haciendo, comunicádnoslo, por favor.) O de otro modo: ¿No podría ser un rito de reconocimiento de la comunidad ante algún logro de lxs vecinxs o como forma de agradecer su aportación al bienestar del pueblo?
En este sentido adopto yo la enramá, como un símbolo de reconocimiento a la extraordinaria labor que las mujeres rurales llevan a cabo cada día para sostener y nutrir, en todos los sentidos, a sus comunidades, y de admiración y cariño para cada una de las mujeres que aparezcan en cada uno de los artículos.
Maravillosa historia la de la enramá, no conocía esta tradición.
ResponderEliminarNo he podido evitar fijarme en la gran cruz que hay al fondo de la fotografía.
ResponderEliminarLas cruces de mayo son tradición en algunos puntos de Andalucía, esos que se unen de forma natural con la Mancha y que han sido siempre los cauces naturales de movimiento de población.
Me gusta pensar que al igual que hay expresiones comunes en la Mancha conquense y en Jaén (ea), la trasumancia y el comercio han puesto en común tradiciones y costumbres que nos unen a nuestra gente y a nuestra tierra.
Sin necesitar saber si vino o fué de un sitio o del otro, todo lo que aporta es bienvenido
¡Hola! Qué interesante eso que nos cuentas... y qué bonito eso de no necesitar saber "si vino o fue de un sitio a otro". Justo esa foto es de un pueblo asturiano (Candás) porque no encontré ninguna de CLM. Y es que realmente hay costumbres que más que de geografía dependen de la estructura social, y en este caso, como en otros, creo que se trata del acervo de la cultura campesina, en la que podemos observar -de Norte a Sur- un tronco común a pesar de las lógicas variaciones geográficas. Muchas gracias por comentar... ¡Esperamos que lo sigas haciendo! Un saludo
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