Estoy perdida. No sé reconocer dónde estoy exactamente: el agua ha bajado muchísimo, he perdido las referencias. Nacen hierbas entre el lodo. Encuentro una playa. Me baño desnuda, me seco enseguida. El sol cae redondo y abrasa. Me resguardo en la sombra de una roca. Abro un libro. Empiezo a leer en voz alta. La voz se me quiebra en llanto-bramido de animal herido. De mamífero. Mamá.
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Olga Novo le habla a su madre en este poema y confronta, entrelazándolos, el mundo de una y otra, la cultura rural y la cultura literaria e intelectual, en un diálogo que es un cuerpo, un cuerpo que es dos en la fractura entre la cultura de origen y la adoptada. Hay una distancia, sin embargo, que el cuerpo quiere traspasar
La fuerza colosal de estos versos, su crudeza, la justa y necesaria para hablar de un mundo campesino que nunca fue fácil, y la belleza abrupta que se desliza entre ellos. Leído en voz alta, este poema, su oralidad, se carga de tensión emocional. Su ritmo mueve las entrañas, las horada, se clava como un pinchazo en la garganta. Es una experiencia fuerte si puedes sentirte identificada. Si sientes también que entre tu madre en el pueblo y tú que estudiaste en la ciudad, hay una deuda que no sabes cómo saldar, una especie de alegría y alivio y una culpa. ¿Cómo se cuida esa grieta?
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Raíz fue lo primero que leí de Olga Novo... Es una colección de poemas publicada en castellano (la autora escribe en gallego) dentro de la antología Los líquidos íntimos, editada por Cálamo Poesía en 2013, y que tenía yo en mis manos el verano pasado en aquel pantano gracias al préstamo y la recomendación de mi amiga Adventicia, en cuya casa me alojaba esos días.
Raíz empieza con este poema a la madre, que es el comienzo de la raíz, y acaba con el momento de su propio nacimiento. En el resto de poemas nos encontramos con otros miembros de su familia: queda así recogida la memoria de su linaje, en la que resuenan ecos que vienen más allá de sus predecesores inmediatos. Es hermoso que la cultura campesina pueda registrarse para siempre a través de estas palabras, de manera que, al menos, en el futuro, puedan presentirse por su fuerza poética las sensaciones que evocan y que están provocadas por una realidad en vías de extinción.
Estas palabras son "la memoria de los subalternos", la memoria de lxs desposeídxs que trabajaron el campo de sol a sol por poder dar unos estudios y las oportunidades que ellxs no tuvieron a sus hijxs. "Rescatar la memoria de personas anónimas puede ser más épico que hablar de ciertos personajes de la Historia. Los humildes son los que sostienen la vida, por eso quería hablar de ellos con una visión realista." “Mi padre no tuvo nunca acceso a la alta cultura y no se daba cuenta de que la suya también lo era”. “Mi poesía es una lucha contra el poder que silencia a esos subalternos.”
Ella cuenta en una entrevista que una vez, en unos Encuentros que organizaba Víctor García de la Concha, poeta que fue director de la RAE, le pasó esto: "Yo tenía veinte años. Nadie me hacía mucho caso, pero cuando me tocó recitar y hablé de las vacas y del campo vino un poeta valenciano y me preguntó: "¿Pero tú qué eres, hija de labradores de verdad? ¿Tu padre qué es? ¿Un anarco-pop?". Yo pensé en mi padre y en esa palabra. Es una idea clasista, pensar que de abajo no puede venir nada. Le dije: "No, mi padre es labrador. Tenemos la corte debajo de casa".
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Foto: Ana Mosquera (LUZES) |
Olga Novo es poeta, ensayista, Doctora en Filología Gallega y profesora de Secundaria.
Novo nació en un SIMCA 1200 y
creció en la aldea de Vilarmao, en el municipio de A pobra do Brollón
(Lugo), en la que a día de hoy vive y desde la que escribió, de octubre de 2018 a septiembre de 2020, la sección El bosque de los cromosomas para la revista gallega Luzes.
En sus artículos, hace protagonistas a las gentes
que habitan esos territorios, nos cuenta sus historias para no olvidar, las reivindica
con orgullo. Cada uno de ellos es una pieza valiosísima en cuanto a conocimientos y en
cuanto a su forma literaria, en la que mezcla la narración, con el
ensayo, con la autobiografía.
Pero, a mí, la verdad, lo que más me fascina de Olga Novo es cómo construye el imaginario rural desde lo poético. Se aleja de las églogas refinadas de idílicos pastores y de la tradición posterior, donde siempre hay más paisaje que territorio, y lo acerca más al cuerpo, al sufrimiento del trabajo, al contacto directo con otros seres de la naturaleza y lo salvaje. La presencia de lo físico es rotunda. La belleza de sus metáforas surrealistas es seca y apabullante, a veces brota una flor. Y muchas veces una sutil intención mitológica con la que trasciende los personajes, que se nos muestran como dioses primitivos, haciendo evidente el hilo ancestral:
Esta voz poética propia y la visión sobre lo rural que encarna le valieron el Premio Nacional de Poesía de 2020, cuyo jurado, entre otras cosas, destaca en sus menciones sobre Feliz Idade, la obra galardonada y a la que pertenece el fragmento anterior:
“inconfundible y de gran potencia, conjuga autenticidad y verdad, y se distingue por su lenguaje visionario que trae a la contemporaneidad el eco ancestral de toda una tradición literaria”.
Feliz Idade es un libro de poemas escritos durante siete años, que confronta dos procesos vitales básicos, la vida y la muerte: el nacimiento de su hija Lúa y la enfermedad y muerte de su padre. En ellos late el corazón de una cosmovisión. La vida campesina no
es solo el tema, es el lugar desde el cual se mira, la forma de
entender el mundo y de explicarlo, las
imágenes, las comparaciones, las metáforas... Todo lo impregna porque de ella nace. Es tal la gravedad y la hondura que alcanza, la forma profunda en que abre las heridas de su tierra, que a veces pienso en ella como una Lorca gallega y contemporánea.
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