El filósofo humanista y psicoanalista Erich Fromm, en su ensayo El amor a la vida hace un análisis sobre el amor. En un capítulo habla del amor del padre y del amor de la madre. Con las reflexiones de Fromm comencé a ser capaz de poner palabras a eso que veía y no sabía explicar: el sexo con el que nacemos, afecta a la hora de comprometernos con el prójimo y la propia vida.
Dice Erich Fromm:
“El amor paternal, es
siempre, por esencia misma, un amor condicionado. Depende del cumplimiento de
determinados supuestos. […] el padre ama sobre todo al hijo que responde en
mayor medida a sus expectativas y exigencias. Ese hijo será también más
apropiado que los otros para convertirse en el seguidor y heredero de su padre.
En la estructura patriarcal suele haber un hijo preferido, que habitualmente,
pero no en forma necesaria, es el mayor.”
“La madre ama de otra
manera, ama por igual a todos los hijos, pues todos ellos son, sin excepción,
fruto de su vientre y necesitan su dedicación. Si una madre sólo alimentara a
sus lactantes en la medida de lo que la obedecen, morirían la mayoría de los
niños. Como sabemos, un lactante demanda todo y no hace en absoluto lo que su
madre quiere. Si la madre sintiera el amor a la manera patriarcal, esto
significaría, desde el punto de vista biológico, fisiológico, el fin de la
especie humana. La madre ama al hijo porque es su hijo”
Imagen recogida de aquí |
No me entendáis mal, me parece humano amar menos aquello que se adapta peor a nuestras creencias personales. Pero una cosa es amar menos, incluso ignorar, y otra muy diferente es castigar todo aquello que no obedece unas estrictas normas impuestas. El mundo que conocemos, dominado por un paradigma de pensamiento patriarcal castiga (o multa-penaliza-aparta-invisibiliza) todo lo que no sigue su patrón establecido.
Me explico con un ejemplo muy claro: Dios Padre y su orden simbólico en la tradición judeo-cristiana - base de las culturas actuales que rigen el mundo occidental- . Según Noah Haruri en su ensayo Sapiens: de animales a dioses, 2014.
Puesto que todos los
órdenes y las jerarquías sociales son imaginados, todos son frágiles, y cuanto
mayor es la sociedad, más frágil es. El papel histórico crucial de la religión
ha consistido en conferir legitimidad sobrehumana a estas frágiles estructuras.
Las religiones afirman que nuestras leyes no son el resultado del capricho
humano, sino que son ordenadas por una autoridad absoluta y suprema. Esto ayuda
a situar al menos algunas leyes fundamentales más allá de toda contestación,
con lo que se asegura la estabilidad social. Así la religión puede definirse como
un sistema de normas y valores humanos que se basa en la creencia en un orden
sobrehumano.”
Es a través de las religiones monoteístas donde los
patriarcas subliman sus ansias de poder, poniendo sus leyes en boca de un Dios
todopoderoso masculino. Las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo,
cristianismo e islamismo) han sido el
trampolín perfecto para patriarcalizar el sistema de creencias y la forma de entender el mundo de hombres y mujeres.
Imagen perteneciente al film Sender-masochism de Nina Paley |
La Biblia, el libro de cabecera de nuestra civilización,
está cargada de patriarcalidad en forma de obediencia o castigo. En el Antiguo
Testamento hay infinidad de hijos preferidos, de padres que eligen a un hijo de
entre todos porque obedece sus mandatos. Dios-padre (todo poderoso, creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible) sólo dejó a Jesús una
alternativa, si es que quería sentarse a su derecha en el reino de los cielos: obedecerle y morir.
Es bien sabido que hasta hace muy poco, lo que un padre
hacía con sus hijos era cosa privada y nadie debía meterse, pero no faltan en
la Biblia ejemplos de castigos ejemplares donde El Padre no deja títere con
cabeza (castigos nivel Dios) cuando alguien desobedece sus divinas normas. La
salida del paraíso con el llamado pecado
original, sin ir más lejos, es el castigo que Dios lanza a toda la
humanidad – como descendientes de esa primera pareja compuesta por Adán y Eva –
por haber sucumbido a una curiosidad y comer del fruto prohibido, o el diluvio
universal en el que ahoga a todos los seres vivientes.
Imagen recogida de aquí |
Por supuesto a nivel doméstico, no se libra nadie. Porque
Dios siempre te ve y lo sabe todo y tus pecados serán revisados a la hora de la
muerte para ver si mereces su amor o su castigo eterno.
A mi todo esto la verdad es que me parece un exceso, más
sabiendo que el gran slogan del cristianismo es que “Dios es amor” … ¿amor? ...
no me extraña que no hayamos entendido nada de lo que la religión cristiana
tiene de bueno y que hayamos convertido la historia de amor universal de Jesús
el nazareno en un grupo de rituales de folklore popular.
Creo que las incoherencias patriarcales de las religiones
monoteístas, como base de las creencias sociales de hoy en día, han hecho que
vivamos regidos por una enfermedad mental tan arraigada, que incluso hemos
perdido la capacidad de captarla para poder curarla y sanar el mundo. Es por eso que nos vemos sumidos en guerras absurdas donde la vida del planeta entera se pone en manos de un patriarca descabezado.
En contraposición a todo ello, las formas de amor multidimensional de las madres del mundo. Maravillosa reflexión que me lanza a los brazos de la Piedad de María Zambrano en su texto “para una historia de la Piedad” donde escribe el hombre moderno al asomarse al mundo va buscando un espejo que le devuelva su imagen y cuando no la encuentra, se desconcierta y, a menudo, quiere romper el espejo. Nos hemos hecho terriblemente incapaces de soportar que haya hombres distintos de nosotros. Se ha inventado, para llenar este vacío, la tolerancia, la palabra favorita del léxico del hombre moderno. Pero tolerancia no es comprensión, ni trato adecuado, es simplemente, el mantener a distancia aquello con lo cual no se sabe tratar […]Piedad es el sentimiento de la heterogeneidad del ser, de la cualidad del ser, y es anhelo por tanto de encontrar los tratos y modos de entenderse con cada una de esas maneras múltiples de realidad.”
Según María Zambrano la Piedad es la madre de todos los
buenos sentimientos, la matriz del amor de quien se siente unido al Todo y en Todo
puede verse. Ahí siento yo el máximo exponente del amor, y poco tiene que ver con el amor de un Dios castigador, inventado por los patriarcas de la iglesia para ser obedecido por miedo. Dice María Zambrano que el sentimiento de
piedad subyacía debajo del vivir humano antes de que el racionalismo social lo
impregnase todo de razón y materia, pero que sobre todo era la Piedad la que
constituía el ser (y el estar) de nuestros antepasados primitivos, que se
sabían uno con la Madre Naturaleza que les daba vida, los cobijaba y alimentaba.
Imagen de María Zambrano, recogida de aquí |
Como siempre, acabamos con musiquita. Te dejamos una nueva lista del perfil de Spotify de Escuela de Ateneas. Un paisaje sonoro creado para entradas como ésta al que hemos llamado Enamoradas empoderadas, porque el amor romántico ya no nos encorseta ni nos maltrata y algunas hacen de trovadoras del bien querer.
Hola Laura, me gustaría hablar contigo para hacerte algunas propuestas feministas.
ResponderEliminarhola Luz.
EliminarEscribe al correo escueladeateneas@gmail.com y nos pasamos los telefonos por ahi para hablar.... jejeje
que nervioss...