El ciclo de la impostora (o el Síndrome de la Impostora visto desde adentro)

Llevo ya casi 10 años leyendo todo lo que pasa por mis manos en relación con feminismos, mujer y ciencia, perspectiva de género en el ámbito laboral, etc. Al principio apenas había información y lo poco que había estaba en inglés. Luego fueron apareciendo tímidamente, artículos e iniciativas. Fue hace unos 5 años, cuando el tema explosionó y la red se fue llenando de contenidos. Hoy hay posibilidad de acceder fácilmente a libros, películas, cómics, documentales. Es fantástico, ya no doy abasto para consumir todo lo que hay. 

Sin embargo, hoy aquí vengo a reconocer que, hasta hace bien poco no había oído hablar de el ciclo de la impostora. Conocía el síndrome de la impostora, del que hablamos en el primer artículo de esta sección, pero no el ciclo que lleva asociado en nuestro interior. Fue hace un año, gracias a la charla "Cómo identificar la discriminación de género en ciencia en el día a día" de Marta Macho Stadler realizada para el ICMM del CSIC. 

Primero de todo quiero mencionar brevemente que Marta Macho Stadler es matemática y posiblemente la primera divulgadora española sobre mujer y ciencia que conocí. Es profesora de la Universidad del País Vasco y desde hace años coordina o edita el proyecto Mujeres con Ciencia de la Cátedra de Cultura Científica, que es el principal espacio para contenido online sobre mujer y ciencia a nivel estatal.  Ha sido también llamada la novel de la igualdad y la divulgación por masScience.


Fotografía de Marta Macho Stadler, recogida de aquí

Aquella conferencia online me abrió los ojos de una manera que no esperaba. Me vino fenomenal, llegó como un dardo necesario para el momento vital en el que me encontraba. Desde entonces reflexiono y veo el síndrome de la impostora también desde adentro de nosotras mismas, cómo lo vivimos y qué nos pasa. 


Si, como decía en este artículo, el síndrome de la impostora consiste en tener la sensación interna de no considerar como propios los éxitos conseguidos, sino más bien pensar que hemos engañado a la gente afuera y que "ha colado", que ha parecido que somos mejores de lo que realmente somos y no se han dado cuenta de que somos impostoras. Hoy os vengo a contar que existe todo un ciclo que realimenta esta sensación una y otra vez. 

El ciclo comienza con cada nueva oportunidad o proyecto laboral, generando una sensación de pavor o preocupación por no ser capaz de hacerlo bien. Tememos entonces que se descubra que somos impostoras. Posteriormente tomamos una de las dos siguientes actitudes: o bien procrastinamos todo lo posible para evitar esa sensación de preocupación, o bien nos sobreesforzamos exageradamente para tratar de conseguir reducirla. En mi caso suele ser esto segundo, con largas sesiones de trabajo hasta las tantas, que solo paro cuando llega el hambre y a costa de que mi gente cercana se moleste porque se me olvide que hemos quedado o que hace rato que era la hora de cenar. Mi impostora nunca deja el trabajo cuando considera que ya está bien, todo tiene que ser perfecto. 


Posteriormente tendría lugar el día de exposición/entrega, y lo cierto es que solemos hacerlo bastante bien, acorde con la exigencia que nos hemos inculcado. En un primer momento salimos contentas por haberlo hecho, sabemos que no ha sido un desastre… y poco a poco vamos dejando espacio en el pensamiento a pequeños errores que, lógicamente, hemos tenido. Aquí se cierra el perverso ciclo porque en nuestra mente los vamos ampliando hasta llegar a negar que el trabajo fuera exitoso. Confirmamos, por lo tanto, que somos lo que somos: IMPOSTORAS. Y, con ello, vuelta a empezar con la siguiente sesión de trabajo o el siguiente nuevo proyecto. 

Representación gráfica recogida de aquí

Las impostoras solemos impresionar por nuestra capacidad trabajo, solemos tener éxito en los retos que tomamos. Pero...¿compensa? -porqué lo cierto es que nosotras lo pasamos mal - pues no lo sé, nunca he vivido de otra manera, supongo que la impostora me gobierna desde primaria, cuando un 10 era el único resultado que me producía satisfacción y otra calificación me situaba en haber hecho algo incorrectamente. 


Tuve un jefe que solía decirme: "Estefanía, lo mejor es enemigo de lo bueno". He tardado muchos años en entender esto: él no me pedía lo mejor, me pedía algo suficiente bueno, no necesitaba tanto trabajo. Yo no necesitaba exigirme tanto y aún así lo hacía. Todavía me encuentro con frecuencia buscando ese equilibrio entre lo bueno y lo mejor. A veces lo consigo y debo decir que me satisface llegar a término sin desfallecer.


Ser Impostora es agotador.  Durante toda mi vida laboral no he sido consciente de hasta qué punto es innecesario. He tenido que comenzar un trabajo, en un entorno no masculinizado, en un entorno especialmente amable, especialmente cuidadoso y sincero, para darme cuenta de que no tiene por qué ser siempre así. Yo pensaba que sí. 


Conocer el síndrome y saber como opera en nuestra mente es fundamental. Es cierto que aún así no desaparece (al menos el mío no se ha ido de casa). Incluso ahora que soy capaz de hablar de ello y escribir artículos para Escuela de Ateneas sobre ello, me encuentro a veces en medio de este ciclo sin saber que hacer para ponerle freno. Como dice Neus Arqués en el libro Impostoras y estupendas, "el sobreesfuerzo va de la mano incluso en aquellas mujeres que reconocen que ponen excesivo empeño en sacar adelante una tarea, no pueden controlarse". 





Sin duda algo fundamental para mí ha sido encontrarme con otras mujeres - de mi misma o similar profesión - con quienes hablar de esto. Hoy día son ellas las que innumerables veces se percatan de que es mi impostora quien está a los mandos, cuando me ven dudando en situaciones concretas. Otras veces ha sido mi propio cuerpo, puesto que, en mi caso, el síndrome va acompañado de ansiedad. Por eso creo importante tejer redes de amistad con otras mujeres en el entorno laboral, creo que esta es la mejor herramienta que tenemos en un mundo laboral machista, frente a todas las desigualdades de género que existen en el mundo laboral y sobre todo en las disciplinas STEM.


Para ser una buena profesional no es necesario no cometer errores. En una conversación sobre este síndrome con otra científica española ella me dijo "Exijo mi derecho a la mediocridad. Al final de cuentas, ellos ya son mediocres y no pasa nada ¿por qué iba a ser yo perfecta?", yo estas consignas me las llevo a mi e irónicamente revindicar mi derecho al error me hace reafirmarme como profesional. Me digo a mi misma


PUEDO HACERLO MAL. POR MÍ Y POR MIS COMPAÑERAS: ME DECLARO IMPOSTORA.



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Artículo financiado por el 

Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha 2022.






Comentarios

  1. Anónimo26 octubre

    Muy interesante, confieso que me he sentido así a veces y he visto a muchas pensar que no podían.

    Gretcheen JG

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  2. Anónimo03 noviembre

    No puedo creer que tenga nombre y que no sea la única que pasa por eso, en efecto cuando me dan una oportunidad de ascender laboralmente o cuando mis jefes y compañeros me dicen que soy muy capaz y muy lista tengo esa sensación de haberlos engañado, que en realidad no soy lo que creen y lo peor viene cuando una de todas esas personas me desacredita, siento que esa persona tiene la razón y no todas las demás.

    Janet Rodríguez

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    1. Por eso nos parece esencial hacer visible este tipo de contenidos. Gracias por tu comentario

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