Todas las mujeres que trabajamos en disciplinas STEM (acrónimo de los términos ingleses Science, Technology, Engineering y Mathematics) y en entornos masculinizados tenemos experiencias laborales en las que alguien ha considerado que no debíamos estar ahí o, que si lo estábamos, era por nuestro físico, por suerte o por un error que debió haber. Me reitero en el uso que hago de la palabra TODAS. por si alguien al leerlo cree que me he permitido el lujo de generalizar. Con ello no pretendo negar que haya alguna excepción, seguro que la hay, pero yo no conozco a ninguna científica que no lo haya vivido, solo conozco a alguna científica que no se había dado cuenta.
No han sido pocas las veces que científicas feministas han comunicado situaciones laborales que nunca habría sucedido en caso de ser hombres. A veces tan sutiles que no nos damos cuenta, a veces las ignoramos, otras nos bloquean pero decidimos no hacer nada o las aceptamos como broma. Otras veces son humillantes y resuenan en nuestra conciencia durante años, como cuenta la Geóloga Jane K. Willenbring en el documental Picture a Scientist.
Detalle de portada del documental Picture a Scientist |
Ejemplos miles: desde el Sofagate en el que la presidenta
de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen no tenía el sofá que debió tener en
su visita a Turquía, pasando por aquella
vez en la que un cliente le dijo a mi jefe que yo no podía trabajar sola, o por
tantas veces en las que el acta de la reunión la hace la única mujer que hay en
la sala y no es un acto que se turne entre miembros de un equipo.
Precisamente esta semana hemos conocido las desafortunadas declaraciones de un taxista a Virginia Torrecilla, futbolista profesional. El señor seguramente ni se despeinó en su momento, ni haya sentido en ningún momento que una mujer puede conocer el sector mucho mejor que él.
También hay situaciones que no agravian a una mujer en concreto, pero que apelan a un colectivo entero como aquel congreso sobre lactancia que se hizo viral porque todos los miembros de la mesa eranseñores, como si no hubiera mujeres expertas en el tema (que, además, ellas sí, quizá han podido llevarlo a la práctica).
Imagen del Congreso citado, recogida de aquí |
Voy a usar el término microagresiones aquí
para referirme a las situaciones que no afectan físicamente a la persona, sabiendo que es un término polémico puesto que muchas veces las agresiones verbales o de comportamiento contra nosotras no tienen nada de micro. Estas
situaciones se pueden clasificar en distintos tipos:
- Invisibilizar: Forman parte de estas microagresiones:
- No reconocer que hay mujeres trabajando en ciertos sectores.
- Crear un congreso específico y no invitar a ninguna mujer experta.
- Atribuirse el trabajo que ha realizado una mujer.
- Ser la única en un determinado sector/reunión y que no se reconozca la dificultad que ello conlleva.
- Dar el peor despacho o el peor material o tener menores recursos asignados que varones con menos experiencia.
- Cuestionar: Aquí estaría el caso de Virginia Torrecilla mencionado arriba, a pesar de ser una de las mejores futbolistas estatales.
- Considerar que una mujer no debería haber llegado al puesto en el que está.
- Considerar que ha podido ser por error, por despiste o por cuestiones sexuales.
- Sorprenderse al ver una mujer en un puesto masculinizado.
- Cerciorarte re-preguntando sobre el currículo que tiene.
- Dificultar:
- Asignar a mujeres tareas menos agradecidas o menos visibles.
- Asignar tareas de gestión o papeleo por defecto al ser mujeres como hacer actas u organizar el espacio en lugar de hacer turnos.
- Asignarles el trabajo que de primeras parece que no tendrá éxito.
- Sexualizar:
- Hacer comentarios sobre su aspecto físico tanto a ella en solitario como con personas delante o incluso sin estar ella presente.
- Buscar un contacto físico como poner la mano en la espalda al pasar a una sala de reuniones.
- Insinuar que una mujer y un hombre que tienen una conversación de trabajo seguro que están flirteando.
- Discriminar:
- Cualquier otra situación laboral que no tendría lugar si esa persona fuera un hombre con un currículo o capacidad equivalente.
- Aquí estarían algunas mencionadas como el Sofagate.
- Culpar a una mujer por tener el síndrome de la impostora sin tener en cuenta todas estas situaciones vividas.
Todas o casi todas las situaciones que menciono aquí, las he vivido yo misma y, además, he visto cómo les han sucedido a compañeras de profesión.
El documental Picture a Scientist - del que hablábamos al comenzar este artículo- también relata varias de estas discriminaciones y acoso laboral sexual o por cuestión de sexo, de género o de raza en diversas universidades de EEUU.
Imagen de la serie Intimidad. |
Para las situaciones de discriminación verbal o microagresiones mencionadas anteriormente, existen numerosos recursos que facilitan a las empresas el reconocimiento de sus trabajadoras y trabajadores sin sesgos. Los protocolos de recogida de datos se basan en la recogida de indicadores objetivos, el anonimato de selección o aleatorizar las asignaciones de trabajos.
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Nos lo ha inculcado la sociedad, qué no pretende que nadie pase a nadie por delante, desde su propia procastinación y comodidad paleta. Y si eres mujer..peor que peor.
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