En el artículo anterior hablaba del liderazgo arrogante y cómo en los entornos laborales masculinizados, se asume que fardar de los logros es la forma de hacerse valer. Este hecho está tan popularizado que se cae en la mezquindad de dejar sin valor la meritocracia y su objetividad.
"¡Qué genio tiene!" o “Esta mujer es una womanizer” son comentarios reales que yo he vivido hacia otras mujeres convencidas de que lo que hacen es correcto. De lo que deduzco que si las mujeres entrásemos en el juego de fardar, tampoco serviría.
En carnes propias lo he vivido. Hace años trabajé en un equipo en el que un compañero comenzó a apropiarse de mis ideas. El y yo hablábamos en privado y lanzaba mis ideas como propias en las reuniones de equipo. Al darme cuenta dejé de hablar con él sobre mis ideas y lanzaba mis propuestas únicamente en las reuniones de equipo. Estaba segura
de que de esa forma se vería mi valor para la empresa. No salía de mi asombro al ver que en estas reuniones mis propuestas
eran descartadas una semana y propuestas por él en la siguiente reunión, se festejaban como posible solución. Pensaba que teníamos confianza así que en
primer lugar hablé con él en varias ocasiones. Por supuesto lo reconocía y
pedía disculpas, pero pronto se olvidaba de nuestra conversación para seguir apropiándose de mis ideas. Nuestro jefe parecía no darse cuenta de ello y yo me iba enfadando más y
más. Tiempo después el superior me confirmó que siempre se dio cuenta de
aquello, pero le parecía algo “digno de un joven ambicioso”.
Estoy convencida de que este es uno de los
grandes problemas del entorno laboral masculinizado en cuanto al acceso de las
mujeres a puestos de poder en igualdad de condiciones. Y no creo que consigamos
un entorno laboral igualitario mientras no atajemos esto, porque solo las
mujeres que mejor se “mimeticen” con los parámetros de comportamiento
estereotipadamente masculinos estarán ahí.
Esto hecho deja a muchas personas fuera, por supuesto, también a muchos hombres. ¿De veras una persona tímida y con dificultades para la socialización va a ser peor profesional? Dependerá de otras muchas cosas, pero desde luego puedes ser tímida o tímido y ser buen profesional. Puedes ser una persona negra y ser buen profesional. Puedes ser mujer y ser buen profesional. Todos ellos son parámetros que no están relacionados para nada con la profesionalidad y sin embargo lo son, porque hemos normalizado que saber vender la moto y maquillar lo que haces sea incluso más importante que saber hacer bien tu trabajo. Tú que lees este artículo… ¿has maquillado alguna vez tu CV? ¿Es necesario hacerlo para conseguir un empleo?.
Con todo esto quiero remarcar, que dudo que la solución pase por una manera diferente de comunicar por nuestra parte - y mucho menos por fardar de manera efectiva, y elegante -. Yo lo intenté de varias maneras en la situación que comentaba. No sirvió de nada. Posteriormente he podido conocer a otras mujeres en disciplinas técnicas que han vivido exactamente el mismo proceso.
A estas alturas las mujeres hemos demostrado sobradamente que no es por falta de inteligencia ni capacidades, sino por falta de entornos donde desarrollarnos abiertos a todas las personas.
Creo que la solución no está en nosotras. Llegará cuando sean los señores los que decidan poner el foco en todas las personas altamente capacitadas que se van quedando atrás. Entonces sí, podremos ir hacia esas otras maneras de liderar, mucho más responsables y respetuosas con la diversidad. Mientras ese momento llega cualquier mujer que pida igualdad en el trato va a situarse en la diana de todas las críticas de sus compañeros varones. Seremos rebeldes, molestas (y seguramente mal folladas). En el documental Picture a Scientist, la bióloga Nancy Hopkins dice: “no queríamos que se nos viera como rebeldes o activistas […] no queríamos problemas”.
Para cerrar este tema me gustaría aclarar algo:
yo no elegí llegar hasta aquí. Ojalá y nunca me hubiera tenido que ver en ciertas situaciones. Yo no tenía pensado ser
feminista, nunca quise hacer un programa de radio, dar talleres en escuelas o escribir
artículos contando mi vida. Yo quería trabajar como una más, y de camino me
choqué de frente con lo que estaba pasando y no quería ver. Y no pude dejar de
verlo más. Y pasé a verme interpelada por una realidad que vivía y que se
repetía en tantas personas a mi alrededor (mujeres, pero también otros
colectivos como personas racializadas, de clase obrera, cuerpos no normativos o
con diversidades funcionales, etc).
Ojalá la divulgación que hacemos tantas mujeres en ciencia no hiciera falta. Me encantaría estar ahora limitándome a hacer un trabajo de investigadora y docente, pasar tiempo con mi familia y amistades, estudiar mis cositas… y no tener que estar aquí escribiendo palabras y temiendo que suenen revolucionarias. Porque lo único que quiero es ser considerada igual que mis compañeros varones. Quiero ser profesional, quiero ser mediocre, quiero ser líder, quiero ser una trabajadora más, con sus aspiraciones y sus retos similares al resto. Quiero que todo eso pueda ser a la vez. Y hoy día no lo es.
Si hablar públicamente del trato desigual que recibimos nos va a poner en jaque… ¿qué otras opciones nos quedan?...esta pregunta nos lleva de nuevo al libro de Neus Arqués, Impostoras y estupendas y a la importancia de tejer redes. Ella lo llama networking y dice: "vale la pena recordar siempre que yo crezco si el otro crece […] Esa complicidad se basa en la creencia compartida de que ayudarse es positivo". Creo que tejer redes es la única manera de seguir mirando de frente a la situación sin pensar que todo está perdido. Cada vez somos más en la red. Termino el artículo con una frase que resume esto, y que me apena y empodera a partes iguales.
"La rebelión es la única forma que tienen las mujeres de negarse
a ser encasilladas"
Gemma Lienas
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