CO·LECTIVO ARTERRA: artes, feminismos y ruralidades en la alcarria conquense


Hoy os traigo a La Enramá al Co·lectivo Arterra, un grupo de mujeres artivistas vinculadas a El Villar de Domingo García (Cuenca, 222 habitantes), que me gustaría compartiros ya que es, sin duda, una de las iniciativas feministas más interesantes con que contamos en territorio conquense.
 
El núcleo del colectivo está formado por cuatro villarenses y otras tres mujeres de diferentes territorios, pero no son las únicas: a ellas hay que sumarles muchas otras que se adhieren a los diferentes proyectos que se van proponiendo en función de las necesidades o de sus propios intereses.
 
Su discurso es sólido y potente; está entretejido con mimbres teórico-académicos y lana cardada e hilada por abuelas. Sus prácticas son revulsivas y germinadoras. Su compromiso, empuje y creatividad han conseguido una agenda cultural feminista envidiable, que ya quisieran tener muchas localidades más grandes, incluida la capital. 

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¿Cómo es que decidís montar este colectivo?

La obligación, en muchas de nuestras experiencias, del éxodo forzado desde nuestro pueblo hacia capitales como Barcelona, Madrid y València, conlleva un desarraigo entre nosotras y de nosotras hacia nuestra tierra. La decisión de articularnos como colectivo surge en parte de esta necesidad de encontrarnos, reivindicarnos y construir un espacio político dentro de nuestro pueblo.
 

 Comenzamos a manera de juego mezclada con necesidad de subsistencia. En una de nuestras aventuras en una eco-aldea de Portugal comenzamos a hacer macramé para poder costearnos las vacaciones y fue desde ahí, desde el crear juntas y el hablar mientras creábamos, lo que hizo que comenzáramos a poner en común y a politizar malestares que nos interseccionaban a todas. Nos animaba la idea del arte como denuncia, los debates entre arte-artesanía o especialización-desposesión del arte, y la capacidad de las herramientas artísticas para comunicar, reunir y enlazar discursos. Lanzarnos a publicar o presentar obras propias, dentro de nuestra falta de especialización, capacidades artísticas oficiales o titulaciones, nos parecía una manera de empoderarnos y desacreditar la norma. Encontramos que los talleres de aprendizaje colectivo también eran una buena arma contra la falta de oferta cultural pública en nuestros pueblos, y que, además, podían contribuir a la autoestima y valor en la recuperación crítica de la memoria de las mujeres rurales.
 

El feminismo y la puesta en valor de la identidad y la cultura rural son las dos bases políticas sobre las que se asienta vuestro proyecto. De hecho, en las redes sociales os autodefinís como "feministas rurales". ¿Qué significa para vosotras ser feministas rurales? ¿Qué es el feminismo rural?

Para nosotras, ser feminista es una manera de estar, transformar y luchar contra las desigualdades, los privilegios y las violencias. Desde ahí lo entendemos como una postura que no trata de imponer nuevos marcos jerárquicos ni relaciones de poder verticales, sino que defiende la dignidad de las personas y los derechos a vidas libres de violencia. Esto incluye violencias económicas, reproductivas, sexuales, laborales, racistas, capacitistas y de género, es decir, consideramos el feminismo como un camino interseccional, situado y que conlleva entender las violencias como parte de un sistema heteropatriarcal, capitalista y extractivista que somete cuerpos y territorios a su dinámica de depredación y desposesión.

Los feminismos rurales entendemos que reconocen en esa vinculación pueblos-territorios-poder la clave de la lucha por unas vidas mejores y dignas, además de aportar dentro de cuestiones como la carga y crisis de cuidados, que implican problemáticas diferentes a las urbanas. También en cuanto a estrategias, ejes de acción y relatos, los feminismos rurales nos interpelan desde otros lugares, además de encontrarse muy vinculados a otras luchas en los pueblos (por el territorio, por el acceso a la tierra, por los servicios públicos). Mientras el feminismo urbano se contaba a sí mismo, en los medios rurales se ha dado la impresión de que no ocurría nada, de que nadie se movía o de que los hombres de pueblo son más machistas que los hombres de ciudad, y las mujeres más conservadoras y sumisas. Esta imagen de los medios rurales es ruralófoba y urbana, y hunde sus raíces tiempo atrás.

Queremos contarnos a nosotras. Contar a nuestras familias y a todas las personas que lucharon por vidas buenas en los pueblos. La recuperación de la memoria feminista rural -y, de la inversa, de las violencias específicas de las pequeñas comunidades hacia las disidencias de género- nos pone contra las cuerdas y nos permite pensar en cómo relacionarnos sin violencias en los pueblos, como reconstruir comunidad desde el respeto y cuánto tenemos aún que aprender de las tácticas de las mujeres y trans* de pueblo para protegerse, apoyarse y sostenerse. Se da además la situación de que las mujeres y disidencias en los pueblos son los sujetos que más migran con respecto a los hombres, lo que entendemos como parte de este proceso de expulsión que implica el abandono territorial y la industrialización agraria, así como del capitalismo de cuidados, y que es así mismo otra de las denuncias concretas de los feminismos rurales y otro de los ejes de acción, por ejemplo el de construir espacios seguros, de activismo y lúdicos, como el festival Agrocuir.

Nosotras, en definitiva, hablamos de feminismos ya que entendemos que aquel feminismo hegemónico blanco y burgués no era el único y necesita varias actualizaciones. Nos entedemos y sabemos interseccionales, nos atraviesan diferentes ejes de opresión y privilegios de los que creemos imprescindible hacernos conscientes. Para nosotras las opresiones de mujer* y rural nos son comunes y politizarlas, es decir, dotarlas de sentido, hace que nuestras vivencias sean menos dolorosas, más compartidas y, por tanto, más claramente abordables.
 
¿Qué creéis que aporta el arte al activismo feminista?

 En nuestro caso, el arte nos permite llegar a más gente. En el pueblo, dentro de las actividades que proponemos, a las que se apunta más gente son aquellas donde la convocatoria gira alrededor de una práctica artística, mucha más que si se trata de una charla o de un taller más teórico. Hay muchas personas que se sienten inseguras en esos espacios porque no están acostumbradas a asistir o los rechazan porque piensan que va a haber mucha política.

Por ejemplo, en el taller de serigrafía que organizamos se reunieron muchísimas mujeres de todas las edades: desde las abuelas -todas las mujeres de la casa tutelada del pueblo- hasta niñas de cuatro años. Y lo mismo sucedió cuando hicimos un mural participativo cuyo motivo eran las mujeres trabajando el campo. Trajimos a compañeras de Cuenca para dibujar la silueta y, luego, ya con todas las mujeres del pueblo estuvimos pintando el mural. Vino mucha gente mayor que no se puso a pintar, pero sí que iban diciendo "el traje que llevábamos para trabajar era de estos colores" o "el azafrán se cogía de esta manera"... y eso hizo que la idea que traían las compis se dinamizase con el conocimiento y los saberes de las mujeres de aquí.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¿Qué otros proyectos habéis llevado a cabo para recuperar la memoria de las mujeres campesinas?
 
Antes de la pandemia comenzamos a grabar un documental con todos los saberes de las mujeres mayores, sobre cómo se vivía antes y cómo interseccionaba el género. Por ejemplo, cómo era en esos momentos tener que ir a segar y tener la regla, cómo lo hacían, qué métodos utilizaban... Lo que nos ha pasado es que hay vídeos que hemos perdido y estamos viendo si volvemos a grabarlos, si empezamos a editar o si lo ampliamos a otros pueblos... Estamos pensando cómo enfocarlo, pero sí nos gustaría poder acabarlo.

También en esa línea se podría incluir la charla-encuentro que organizasteis con María Sánchez a finales de noviembre, en la que habló de Tierra de mujeres, el ensayo en el que ha trabajado la memoria de las mujeres rurales de su familia. Sin embargo, en el cartel para la difusión del evento aparece como organizado por la Asociación Cultural Virgen del Rosario, que es la asociación de mujeres de vuestro pueblo. ¿Por qué habéis decidido ahora colaborar o hacer vuestro activismo desde este lugar?

Una vez que quisimos empezar a hacer cosas aquí con la ayuda de subvenciones, pensamos que lo mejor era utilizar la infraestructura de la asociación de mujeres del pueblo porque nos facilita bastante y también con ello hemos conseguido que las mujeres del pueblo se impliquen más que si fuera algo externo a su propia asociación. Es verdad también que las mujeres más mayores ya nos decían que tomáramos el relevo nosotras, porque querían hacer cosas pero les faltaba la energía para ponerse a montarlas. 
 
Nosotras hemos cogido el relevo. Comenzamos haciendo una asamblea con las integrantes de la asociación y fijamos qué cosas queríamos hacer y cómo las podríamos llevar a cabo. También acordamos hacer un grupo de WhatsApp: ahora estamos más conectadas y las propuestas y difusiones son más fluidas. Esto nos ha motivado mucho. 
 
Este curso se ha comenzado con Pilates y estamos muy contentas porque van diecinueve personas que se han autoorganizado. Llevan un tiempo emocionadas con lo de organizar la cena y la comida de Pilates... En este pueblo hacemos mucho lo de comer, beber y hablar, juntarnos alrededor de la comida, que al final es una forma de generar comunidad.
 
Pero también es cierto que pedir subvenciones para hacer este tipo de actividades es muy complicado, eso sí lo queremos denunciar: es verdad que hay ayudas, pero ¿cómo haces que la gente acceda a ellas? Tienes que hacer todo el proceso online y tienes que saber diseñar un proyecto y esto no es factible para todo el mundo. Además, muchas veces falta información.


¿Qué proyectos futuros tenéis planeado hacer desde ahí?

Las próximas actividades que organizaremos con ellas serán dos talleres: uno intergeneracional de salud para mujeres cis en febrero, que facilitará una compi que es enfermera comunitaria;  y otro de fenotipia y lana en marzo, para el que van a venir compañeras de Torralba.
 
En marzo de 2020, mi amiga @Adventicia me pasa vuestro fanzine Saca tus sucias manos de mi pueblo y me dice “mira lo que están haciendo por tu tierra”. Cuando lo leo, me quedo flipando… Reunís en muy pocas páginas muchas de las problemáticas que asedian al medio rural, haciendo memoria, denuncia y visibilización de las resistencias, con toques de humor y de lenguaje poético. ¿Cómo surge la idea del fanzine? ¿Con qué objetivo?

Nace a partir de la oleada de proyectos de macrogranjas que empezaron a amenazar cientos de pueblos en los territorios despoblados del Estado español, incluyendo el nuestro. El fanzine pretendía contar cómo habíamos llegado hasta este punto, por qué no era ni casual ni autoexplicativo, y qué relación tenía con las políticas anti-rurales desarrollistas y capitalistas. Busca explicar un poco este fenómeno de colonias internas que son los medios rurales en un Estado centralista, que tardó más que otros países en desposeer y expoliar a sus campesinxs, aplicando para ello un conjunto de programas socioeconómicos, descalificaciones, expropiaciones y vulneraciones de derechos con el fin de que la mano de obra campesina se fuera a las ciudades a servir o a trabajar en ellas, en acaparar sus recursos para fines industriales (agua, tierra, biodiversidad, cultura) y en utilizar después el territorio como parte de atrás de lo urbano (vertederos, depósitos nucleares, minas). En este sentido indaga en ciertos proyectos y planes que en los últimos 70 años han supuesto la casi aniquilación de las culturas campesinas diversas, junto con las distintas violencias que cada día más explican las violencias actuales y las demandas territoriales de la, por ejemplo, supuesta transición energética renovable.
 
El objetivo del fanzine era un poco reparar esta memoria de los rurales, comenzar a unificar ciertas violencias comunes, denunciar los poderes que las ejercen y, sobre todo, apelar a futuros mejores, futuros compartidos y reconocer el papel de las luchas por el territorio que se están dejando la piel para que de aquí a unos años tengamos para comer.
 

 
¿Lo habéis compartido con vuestro pueblo? ¿Qué recepción ha tenido?

Para lo del fanzine no hicimos nada en concreto en nuestro pueblo, tampoco lo hemos presentado en ningún sitio. Lo imprimimos para una feria de fanzines que se hizo en Valencia y luego también lo llevamos a Bilbao porque Cristina estaba colaborando con la universidad, su profesor nos invitó y comenzamos a venderlos ahí como forma de sostener otros proyectos. No lo hicimos para que fuera algo muy mediático, para que llegara a todo el mundo. Ahora que pensamos en esto a lo mejor nos ha faltado ponerlo en valor; en ese momento simplemente fue una herramienta de desahogo como para sacar lo que llevábamos dentro y no le dimos más importancia.

Cuando lo hicimos no pensamos en la distribución. Lo que sí pensamos, sobre todo Cristina, fue hacer una editorial dentro del colectivo que se llama Ama del corral, porque sí que es verdad que teníamos previsto escribir más fanzines. Hemos pensado, sobre todo, escribir acerca de la ansiedad -por el momento en el que estamos también- y ver qué vuelta de tuerca darle, ver si hay diferencias de cómo se vive en los pueblos y en la ciudad...
 

Para terminar, ¿cómo se está recibiendo en el pueblo esta explosión de actividades feministas?
 
La verdad es que la recepción está siendo bastante buena ya que una de las peticiones era hacer más actividades y, por ahora, las que estamos proponiendo están teniendo buena acogida. A veces nos encontramos la crítica, entre bromas, de algunos hombres que entran en esto de por qué hacemos un mural en el que solo salen mujeres o por qué generamos algunas actividades no mixtas, como por ejemplo, un taller de autodefensa que hicimos el año pasado. Como se quejaron, nosotras les dijimos si querían que hiciéramos un taller sobre este tema con hombres, pero no acabó cuajando. Así que vemos en el pueblo las mismas quejas sobre las actividades no mixtas que se dan en los movimientos sociales de las ciudades y también que, en ocasiones, cuando se proponen actividades para todxs suelen acabar viniendo solo mujeres*. Aun con esto, que nos encontramos tanto en el medio rural como en el urbano, las actividades están teniendo muy buena recepción y aceptación, en general, en el pueblo y alrededores.

*Todas las fotografías que ilustran esta entrevista han sido cedidas por Co.lectivo Arterra.

 

Artículo financiado por el Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha 2022.

 



 


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