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Convencionalmente, las mujeres cargamos con ideas erróneas estigmatizadas debido a nuestros ciclos hormonales. Hemos crecido oyendo que somos más sensibles, que con la menstruación nos hace más irritables o tenemos cambios de humor. Gracias a las últimas investigaciones sobre salud mental, se ha demostrado que las mujeres presentamos mayor predisposición a padecer depresiones, ansiedad, somatizaciones, estrés y trastorno del comportamiento alimentario. Todo ello condicionado por los factores psicosociales de género. A esto, sumamos cuadros de fatiga crónica y fibromialgia producidos por dolor y agotamiento.
Las mujeres con trastornos de salud mental sufren una doble o múltiple discriminación, estigmatizadas por la salud mental debido a la imagen social que se percibe. Las mujeres con trastornos de salud mental son especialmente vulnerables; en particular, sufren riesgo de rechazo, aislamiento y exclusión social. Estas mujeres presentan tres categorías de discriminación: mujer, discapacidad y estigma social, que interactúan de manera simultánea. A esto le llamamos interseccionalidad.
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Esta interseccionalidad crea realidades muy diversas. Para el imaginario colectivo, las mujeres con discapacidad y, en este caso, las mujeres con trastornos de salud mental, han sido consideradas durante años como objetos que debían ser atendidos, pero nunca protagonistas de su propia historia y siendo objetos titulares de derecho.
Gina Rippon, neurocietífica y feminista británica, indica que los factores sociales y culturales tienen un papel influyente en el desarrollo y mantenimiento de los problemas de salud mental dependiendo de los roles de género que cada uno se ve obligado a desempeñar, especialmente en las mujeres.
Por ejemplo, el desarrollo de un trastorno de salud mental en mujeres casadas aumenta más que en solteras, mientras que para los hombres, el estar casado supone un factor de protección frente al desarrollo de un trastorno de salud mental.
El estigma social con el que tienen que cargar las mujeres va desde la poca credibilidad que se le da hasta la descalificación cuando sufren algún tipo de abuso o violencia. Además, se les tilda de «vagas», «malas madres», «poco cuidadas», «sensibles», «blandengues» e «inferiores». Las implicaciones negativas llegan a mermar su calidad de vida por su propio autoestigma (autorechazo), por no sentirse válidas, completas o sufrir este rechazo también por parte de las personas que les rodean.
De todos estos bombardeos, surgen en las mujeres la desorientación, el miedo, la frustración, la ansiedad y estados depresivos.
Las mujeres tienen más tendencia al desarrollo de afecciones de salud mental como: trastorno de ansiedad, trastorno bipolar, trastorno dismórfico corporal, trastorno límite de la personalidad, depresión, adicciones al alcohol y a sustancias, trastornos de la conducta alimentaria, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión postparto y trastorno por estrés postraumático.
Datos:
- 3 de cada 4 mujeres con trastorno de salud mental grave ha sufrido violencia en el ámbito familiar o/y en la pareja alguna vez en su vida.
- Aproximadamente el 80% de las mujeres con trastorno de salud mental grave han sufrido violencia de género por parte de su pareja.
- En la mitad de los casos, la o el profesional referente en la red de apoyo de la mujer con trastorno de salud mental, no conocía la existencia del maltrato ocurrido durante el último año.
- La violencia en pareja se multiplica por 2 o por 4 cuando la mujer tiene un trastorno de salud mental grave.
«Nada en la vida debe ser temido, solo comprendido. Ahora es el momento de comprender más, para temer menos». Marie Curie.
La salud mental es tan importante como nuestra salud física, además que muchos de nuestros complejos pueden eliminar atendiendo, primero, a nuestra salud mental. Igualmente, si lo que buscamos es, primero, eliminar nuestras imperfecciones, como varices, celulitis o alguna que otra mancha, recuerda que también puedes hacerlo. Es algo bien sencillo si contactas con profesionales.
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