Desde 1982 se conmemora el 24 de mayo el Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el desarme, en recuerdo del campamento pacifista de mujeres de Greenham Common, contra el uso de armas nucleares.
En aquel campamento, junto a la base militar inglesa en el condado de Berkshire, en Inglaterra, se concentraron miles de mujeres llegadas de todo el mundo, durante nueve años, para protestar contra el uso de armamento nuclear. En aquella base militar había almacenados cerca de un centenar de misiles. Las mujeres de manera noviolenta y lúdica se dedicaron a denunciar el peligro que aquellas armas suponían para la humanidad. Frente a los instrumentos de muerte que se custodiaban allí, ellas continuaban la vida, algunas hasta llevaron a sus hijos pequeños con ellas. Allí tejían, pintaban, hacían arte y colgaban carteles alusivos al peligro del armamento que había allí dentro. Colgaban biberones de las vallas, entorpecían la salida y entrada de camiones, incluso bailaban encima de los misiles aprovechando un descuido de la vigilancia de los soldados.
Una de sus acciones más llamativas fue las que tuvo lugar en mayo de 1982, cuando 250 mujeres bloquearon por primera vez la base impidiendo la salida de camiones con misiles destinados a un campo de pruebas y entraron en ella disfrazadas de osos de peluche. Otra de las que reunió mayor número de personas fue la llamada Abraza la base, Embrace the base, en la que 30.000 mujeres y hombres sujetaban espejos que devolvían su reflejo a los militares y colgaban de la valla cintas, juguetes o fotografías. El Campamento de mujeres no solo contaba con el apoyo local de la gente que no quería ver sus tierras invadidas por tan peligroso armamento, sino que se extendió internacionalmente. Al año siguiente se consiguió reunir a más de 70.000 manifestantes en una acción en la que hicieron una cadena humana para unir la instalación militar con la fábrica de municiones de Burghfield, que estaba a 23 kilómetros de distancia.
Mujeres de Greeham Common, imagen recogida de aquí |
Los movimientos pacifistas y feministas de todo el mundo, entre ellos Mujeres de Negro contra las guerras, se suman cada año a esta conmemoración para recordar que las guerras son un crimen contra la humanidad que perjudica de manera especial y mayoritaria a las mujeres.
La seguridad humana va más allá de la intervención militar. Tal como reconoce la propia ONU, al hablar de seguridad hay que hablar también de seguridad alimentaria, ambiental, comunitaria, económica, etc.
Si la guerra es el principal enemigo de las mujeres, estaremos más seguras si consiguiéramos concienciar a la sociedad de que ningún gobierno tuviera autoridad para declarar una guerra.
La violencia sexual sí ha sido reconocida a nivel internacional, pero hay otras violencias que sufren las mujeres en las guerras, y después, como consecuencia de ellas, por las que no se pide justicia en ningún foro, porque ni siquiera han sido nombradas. Para ello se están creando algunos tribunales apoyados por organizaciones feministas. Un ejemplo sería el Tribunal de Mujeres de la Antigua Yugoslavia de Sarajevo. Este tribunal genera un nuevo enfoque feminista de la Justicia poscontienda.
Estas cuestiones no nombradas son una larga lista de desastres que ni siquiera se tiene en cuenta como efectos colaterales: dolor psíquico y físico; miedo; desconfianza del vecino de escalera o país; estigmatización; sentimiento de culpa que repercute en la salud; separación de familias; frustración en las expectativas de vida; pérdida de la calidad de vida; empobrecimiento; soledad; traumas psicológicos de quienes regresan del frente y cuidados de los mutilados físicos o psíquicos; fractura del tejido social; pérdida de la casa y de la comunidad que nos dan seguridad (que su ausencia nos convierte en apátridas); deterioro de los valores (no olvidemos que matar es legal y cuanto más se mate más honores se consiguen) y por último, y no menos grave, la exaltación de la fuerza y la violencia del militarismo, en vez de la solidaridad y la compasión.
Después de las guerras, viene la recuperación de este tejido social, la recuperación de valores y los cuidados, que siempre recaen sobre las mujeres.
No hay indemnizaciones para estos daños. Hasta ahora, en ningún proceso de paz se han incluido como efectos de la guerra. Sin embargo, estos sufrimientos tendrían que ser reconocidos por la sociedad y por los organismos internacionales.
Quienes si son conscientes de los sufrimientos que las guerras traen para la humanidad y están haciendo un gran esfuerzo para parar el conflicto bélico más peligroso que estamos viviendo actualmente, son las mujeres rusas de FAS, Resistencia Feminista contra la Guerra.
Las mujeres rusas de esta organización feminista y antimilitarista, desde el primer momento de la invasión rusa a Ucrania, empezaron a manifestarse en contra de esta invasión de su gobierno al país vecino. Con métodos de resistencia noviolenta apoyaron a desertores, crearon redes de información para contrarrestar la manipulación informativa de las agencias de prensa estatales, buscaron apoyos internacionales y crearon grupos de apoyo local a las víctimas - ucranianos desplazados, familias de soldados rusos forzados a ir al Frente, muertos y heridos a consecuencia de esta guerra que llaman colonial, etc. -
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