Recientemente, nos ha llamado la atención esta frase, repetida por la escritora norteamericana Joy Williams en varias entrevistas, con motivo de la publicación de su última novela, La rastra, aparecida en 2022, después de 21 años de silencio: “Mientras nosotros nos distraemos, el mundo perece”.
Siempre ha habido mujeres que se han opuesto a las guerras. Ya en 1915 las mujeres se organizaronpara intentar parar la Primera Guerra Mundial. Superando muchos obstáculos de sus gobiernos, salieron de países, en guerra unos contra otros, y cruzaron fronteras enemigas para llegar a La Haya.
No consiguieron parar la
masacre, pero aquella Declaración de La Haya que hablaba de diálogo y
colaboración sentó las bases de la Sociedad de Naciones. Desde entonces, se han
firmado distintos tratados internacionales. Aunque no han conseguido acabar con
las guerras, consideramos importante que existan, máxime cuando hay una guerra
abierta con la amenaza de que se usen armas nucleares. A pesar de todo, la
ciudadanía tenemos una base para denunciar su incumplimiento y presionar para
que se cumplan. Desde el tratado de Derecho Internacional (DI), que
regula las relaciones entre los Estados y no admite la invasión de los países,
los convenios, normas y usos aplicables a los conflictos armados
internacionales o internos, que implican una responsabilidad penal
internacional, hasta el Tratado por la Prohibición de las Armas Nucleares.
El discurso reciente del
presidente ruso anunciando la interrupción temporal por parte de Rusia de los
acuerdos entre Rusia y Estados Unidos para el control y limitación de las armas
nucleares, iniciado tras el final de la Guerra Fría, es realmente preocupante. El acuerdo
entre ambos países que estaba vigente hasta ahora, el START III, firmado por
los presidentes Barak Obama y Vladimir Putin, establece un límite en los
arsenales con un máximo de 1.550 cabezas nucleares y 700 sistemas balísticos de
más de 5.500 kilómetros de alcance, que ya nos parece una barbaridad. No
somos solo las pacifistas las que alertamos del peligro, lo hace la ciencia y
el sentido común. Como dice el Dr. Charpak, Nobel de Física: “Una sociedad que
ha alcanzado nuestro grado de desarrollo es tremendamente vulnerable si una
parte de sus habitantes está en guerra total con la otra”.
En España, más de 40 organizaciones acudieron al Parlamento a exigir que nuestro país firme el TPAN, Tratado sobre la No Proliferaciónde Armas Nucleares. La prohibición y eliminación de las armas nucleares forma
parte de una lucha más amplia para conseguir una auténtica seguridad en torno
al ser humano, basada en el respeto de los derechos básicos en la vida, la
educación, la atención sanitaria, un trabajo digno y un medio ambiente limpio.
Este Tratado sobre la No Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), aprobado en 2017 y en vigor desde 2021, es un instrumento multilateral legalmente vinculante que establece explícitamente la prohibición de las armas nucleares como el paso imprescindible para conseguir su eliminación.
Imagen recogida de aquí |
Mujeres de Negro contra la Guerra, una red internacional surgida en
Jerusalén para oponerse a la ocupación del territorio palestino por parte de su
gobierno, con presencia actual en más de cincuenta países, nos sumamos a la
campaña que pide la firma y ratificación de este tratado sobre prohibición de
armas nucleares y, además pedimos a la comunidad internacional y a nuestros
gobiernos que respeten los tratados internacionales como único recurso para
vivir en un mundo en paz y que no nos destruyamos unos a otros.
Lo que pedimos no es ninguna utopía, es una necesidad para la
supervivencia del planeta. En los genes de nuestro feminismo antimilitarista
está la voz del mito, la voz de Casandra que advierte del peligro a la que
nadie escucha. Sin embargo, a lo largo de la historia, ha habido mujeres que se
empeñan en resucitar aquella vieja voz una y otra vez. Recientemente, incluso
con el viejo nombre de Casandra, en obras de teatro a propósito de la guerra de
invasión rusa en Ucrania. Las feministas rusas de FAS, Feministas Rusas contrala guerra, se arriesgan a ser detenidas y ponen flores a los pies de la
escritora ucraniana Leisa Ukrainka, seudónimo de Larisa Kosach, una de las
mujeres que resucitaron el mito, cuya obra, Casandra, se está
representando este año en Reino Unido.
Imagen de Leisa Ukrainka recogida de aquí |
Creemos que un mundo sin tratados internacionales - acuerdos que tanto trabajo han costado conseguir, tratados que regulen las políticas de los países y que sean de obligado cumplimiento - está abocado a la destrucción. Es cierto que no han conseguido acabar con las guerras, pero consideramos importante que existan. Es la existencia de tratados la que da una posibilidad a la ciudadanía para denunciar su incumplimiento y ejercer medidas de presión para su cumplimiento.
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