"Iros lejos de aquí"

Mari Tere es el paradigma de la mujer rural por su doble condición de nacida y tenazmente decidida a permanecer en la localidad conquense de Valdemeca, donde reside desafiando a la España vacía. Por eso declara: “Donde mejor estoy es aquí”. Dotada de una inteligencia natural y de una simpatía e ingenio desbordantes, conversar con ella deriva en una fiesta salpicada de risas.



Su locuacidad da para abordar cualquier asunto relacionado con su pueblo, el campo, la naturaleza y, sobre todo, el trabajo. Pocas personas se declaran satisfechas de su condición de infatigable trabajadora como ella: “A mi marido y a mí nos encanta trabajar, somos igual de tontos. Acabamos un trabajo y ya estamos pensando en otro”, dice golpeando la sien con un dedo para dar a entender que es necesario cavilar para encontrar una nueva ocupación. Claro que “trabajar para otro te quema, si es para ti todas las horas son pocas”.

A cada tramo de conversación transmite con orgullo que su vida es el trabajo: “Ayer disfruté como una guarra excavando carrascas, me encanta”. Ella y su marido Gregorio -“ él hace de albañil y yo de peón”- han reconstruido un caserón antiguo de su propiedad, convertido ahora en dos viviendas de turismo rural.



Cada detalle de la casa ha pasado por las manos de Mari Tere, desde las vigas, que han ido descubriendo entre los dos y combatiendo la carcoma con Xylamón –una panacea para ella-, hasta el más mínimo detalle de decoración, basada en objetos antiguos restaurados por ellos.


Prodigio de sostenibilidad y buen gusto, la casa es un museo etnográfico en el que no falta detalle …incluso permanece la trampilla del techo con una escalera camuflada por la que subía algún que otro maqui, en busca de refugio, en aquellos tiempos de persecución.


Sin embargo, resulta paradójico que ese trabajo que la hace tan feliz sin salir de su pueblo, no lo haya querido para sus hijos. “Iros lejos de aquí” les dijo llegada la hora de los estudios, conocedora de las escasas posibilidades que ofrece a los más jóvenes el medio rural. Pero recalca que, pese a no querer para los hijos su misma suerte, ha disfrutado mucho y sigue disfrutando de la vida rural.




Y ahora se sabe recompensada con un hijo en Madrid, que ejerce de auditor, y otro en Valencia, profesor de filosofía y letras en la Universidad, con la carrera de ciencias políticas añadida y dos doctorados en su haber. “Se acuesta con un libro y se levanta con otro. Yo le digo ¡vaya aburrimiento!”. Porque reconoce que ella en la escuela  ”era muy torpe, ni me gustaba leer ni escribir”.

La misma perspicacia, que le hizo sustraer a sus hijos de la dureza del campo, la aplica para advertir a quienes ahora optan por ejercer el pastoreo. Su larga experiencia de pastora, que ejerció desde pequeña hasta hace unos 14 años, la lleva a aconsejar a quienes quieren emularla “que no vayan”. Sabe de la dureza de este oficio, pese a su halo de romanticismo, porque en realidad es duro y fatigoso… y eso que ella se desplazaba en bicicleta. Ha quedado hastíada  de “los ovejos”, que otros pastores llegaban a bautizar con nombre propio, “pero yo solo me acuerdo de una que la llamaba “la guapa”. Menos mal que mientras vigilaba al ganado no paraba de hacer ganchillo, como atestíguan  las cortinas, visillos, colchas y cojines que inundan sus dos casas rurales.




La vida de Mari Tere ha transcurrido en ir de un trabajo a otro: “desde que me salieron los dientes”. Empezó en la escuela, cocinando para la maestra sin percibir retribución…¡A saber qué le haría a tan temprana edad!  porque ella suele cocinar lo de siempre, “a mi marido no le des macarrones y esas cosas modernas”. Después, en la adolescencia estuvo sirviendo tres años en Valencia y dos en Barcelona. Y estos han sido sus únicos desplazamientos nacionales, junto a la luna de miel que la llevó a Palma de Mallorca para una estancia de 15 días. Y “harta de ver la catedral”, a los cuatro días le dijo a Gregorio “pero que hacemos aquí, vamos para nuestra casa”. Fin del viaje. Años después el destino la llevó a Francia para ver a unos familiares y otra vez la añoranza la hizo volver al día siguiente de su llegada sin tiempo de contemplar su famoso emblema: “para qué iba a ver la torre Infiel si estoy harta de verla en la tele”.


   En la actualidad, esta mujer forjada a sí misma se ocupa de atender las casas rurales que regenta, seguir excavando la carrasca y esperar que las trufas den su fruto, seis años después de ser plantadas en el encinar. Luego hay que llevarlas a Cañete o a Teruel  para su venta, en un viaje, ya se sabe, de ida y vuelta. Porque en su pueblo le espera el paraíso


Una mujer libérrima que reconoce haber hecho lo que ha querido, pese a reticencias como aquella que mostró su marido cuando quiso sacarse el carnet de conducir. Ríe al recordar lo poco que le gustó estudiar para obtener el permiso de conducir. Y sacado el práctico a la primera y el teórico a la segunda, hay que ver “¡la libertad que te da el coche!”…y eso que no se acerca a la capital  porque “me dan o les doy, seguro”.También ríe cuando alude al tiempo en que se desplazaban al pueblo vecino para aprender Internez: “íbamos a la Huerta del Marquesado dos horas a la semana, pero a las dos sesiones lo dejé. El profesor acabó modorro de tantas preguntas que le hacían y lo dejó”.

Tampoco le van las telenovelas a Mari Tere porque es “lo más tonto que hay”…¡Dónde se va a comparar su situación con la de esas torturadas vidas por entregas!  Escrita y dirigida por ella misma, la suya es una vida plena y feliz.


Carmen Pérez Tortosa

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