Primeras castellanomanchegas: la monja guerrera de Zorita de los Canes (Guadalajara)

Poco sabían las mujeres anteriores al siglo XX sobre comunidades autónomas, de eso sabemos nosotras, que hartas de que parezca que nuestra tierra no tiene nada que aportar, hacemos un despliegue orgulloso de lo que somos y lo que nos precedió... y es que Castilla-la Mancha, a pesar de lo que pueda parecer, es un lugar de poderío y gracia. Por ello, para visibilizarnos y visibilizarlas dentro de nuestra historia hoy escribo este artículo sobre la que llamaremos a partir de ahora "la monja guerrera de Zorita de los Canes" (¡¡¡con lo que a mi me gusta una monja disidente!!!).

Imagen creada por mi sin rigor alguno, para ilustrar lo que
hay en mi imaginación y que nadie tiene por qué avalar


En el marco de estudio del proyecto arqueológico Monbones - dedicado a investigar la vida monacal de la baja edad media - ha aparecido una de esas historias vitales de mujeres de nuestra tierra que nos encantan por llevar la contraria a todo lo que se creía sabido hasta ahora. 

En las excavaciones realizadas en el antiguo cementerio del Castillo de Zorita de los Canes (Guadalajara) han aparecido más de una veintena de cuerpos de monjes calatravos muertos en batalla. Los cuerpos han sido estudiados con detenimiento por el equipo de investigación de la Universitat Rovira i Virgili  (URV) y el Instituto Max Planck. Como es normal, en un principio se preveía que todos esos restos de guerreros hubieran pertenecido a monjes masculinos, pero el equipo se ha llevado la sorpresa de encontrar entre ellos el cuerpo de una mujer que batalló junto a ellos. 

Entre los restos de los guerreros abundan las heridas punzantes y las contusiones que los llevó a muerte en batalla, nuestra monja está a la altura en "daños colaterales del guerrear" de cualquiera de los otros restos masculinos encontrados. En el estudio oseo, la diferenciación de los cuerpos femeninos se determina en el análisis de la pelvis (canal de parto) y en la morfología de los huesos faciales. El cráneo de nuestra monja (con todas su morfología femenina) muestra el golpe mortal en la cabeza que la llevó a formar parte de los guerreros fallecidos en batalla entre los que se encontraba.

Fracturas en el cráneo de la monja guerrera de Zorita de los canes. Foto recogida de aquí

En la redacción del estudio de los restos óseos de la monja guerrera de Zorita, se revela que falleció con alrededor de 40 años, que medía menos de 1,5 metros, que en el momento de la muerte debía vestir una armadura de cota de malla. Sus heridas mortales son similares a las que ofrecen los cuerpos de sus compañeros masculinos. 

Se intuye en su arquitectura ósea la fortaleza y la habilidad a pesar de que los estudios determinan que su alimentación difería de la de sus compañeros varones. Nuestra monja comió menos carne que sus compañeros. Esta cuestión - como siempre que las nuevas técnicas arqueológicas evidencian que las mujeres estuvieron en lugares que desmontan los estereotipos creados por los historiadores - ha hecho que se den explicaciones que menosprecian y relegan a la heroína de este artículo. Algunos investigadores, seguramente muy señoreados, basándose en esta diferencia de dieta, defienden que nuestra monja guerrera podría haber sido un miembro del servicio que hubiera tenido que prestar sus servicios en la batalla como un caso de necesidad. (pa mear y no echar gota).

Carme Rissech, investigadora del Departamento de ciencias Médicas Básicas de la URV, niega esta hipótesis aportando datos consecuentes:  “El trabajo del servicio habría dejado señales en los huesos de esta mujer, indicadores de actividad física continuada, que hoy podríamos comprobar”. Gracias Carme, nos encanta cada vez que una mujer que forma parte de los equipos de investigación limita, con datos científicos, la gran capacidad masculina de hacer hipótesis  que dejan a las mujeres cosiendo, fregando o cocinando.


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